EL GRAN HAROLD: NUESTRO BEBÉ (ADOPTADO)

06-04-2012

HAROLD ADOPTADO! 26-06-2012

Uno de los más tiernos abuelos del refugio, de los más antiguos y de los que menos tiempo le queda para lograr lo que siempre queremos para ellos, un hogar.

No sabemos los años que lleva HAROLD con nosotros, ni de dónde vino. Cuando algunos conocimos el refugio a finales del 2004 él ya estaba. Y en su primera foto allí, HAROLD estaba pasando por la enfermedad del moquillo:

Se llevó a muchos, pero HAROLD la superó. Pocos meses después tuvo babesia, otra vez casi no lo cuenta, y otra vez volvió a superarlo y durante un tiempo la vida le dió una tregua para disfrutar del HAROLD precioso y brillante que recordamos en esta foto del 2007:

Desde entonces HAROLD siguió superando y superando cosas, palizas, mordiscos, y así ha sido su vida hasta ahora, hasta que hace año y medio lo que ya nadie puede superar empezó a hacer mella en él: la vejez.

HAROLD empezó también a quedarse ciego, y poco a poco sus dificultades, sus tropiezos, hacían que los otros perros lo corrieran igual que le había corrido la vida.

Pasó entonces a una finca donde viven otros de nuestros perros, los que ya no caben en el refugio, una pequeña manada a la que solo se puede ir a visitar unos minutos al día para cambiarles el agua y la comida.

En la pequeña finca hay cobertizos abiertos para que puedan dormir, pero HAROLD siempre que se va allí aparece durmiendo a la intemperie, o con suerte a veces debajo de un canastro. Lo mismo que le hacían en el refugio pero a pequeña escala se lo hacen allí, y la mejor manera de no tener problemas, que de eso él ya está cansado, es evitarlos.

No falta mucho para que la vida le dé la última patada que le tiene reservada, y HAROLD la superará igual que siempre, con creces, lo adoptará el cielo, y pocos pero privilegiados recordaremos los gemidos ansiosos con los que nos recibía, sus alaridos de alegría como si fuera un bebé y sus pequeños mordisquitos en la manga para que lo achucháramos a él también, entre tantos.

AMADRINADO POR SUSANA PÉREZ